Introducción

Introducción

Anam es un ser que despertó un día en un lugar desconocido para él, llamado planeta tierra. Este lugar estaba lleno de dualidades y contrastes.

Podría ver desde un hermoso espectáculo natural en el que todo parecía fluir en perfecta e imperturbable armonía, hasta el acto más atroz y despiadado; la sonrisa genuina y desprevenida de un niño jugando, junto a la sonrisa satisfecha y calculadora de alguien que había elegido hacer de ladrón de la libertad y la paz.

Llegó con una misión específica escrita en su memoria, portaba un equipaje vacío, y en su tripulación dos acompañantes, el Maestro, que viajaba con él y el Guía, quien los acompañaría durante el trayecto.

En el transcurso de su recorrido, el guía, llamado Ariel, le enseñaba cómo interactuar en ese nuevo lugar y cómo funcionaba cada cosa que se encontraba. Ariel, un ser complejo que albergaba en su interior toda clase de contradicciones, era muy sensible a su entorno y eso hacía que tuviera que lidiar con muchas sensaciones contrapuestas en ocasiones.

Cuando el camino era claro y despejado, se le facilitaba guiar a Anam con optimismo y determinación, se maravillaban juntos por cada pequeña manifestación de vida y de belleza; pero cuando el camino oscurecía un poco, o dejaba de ser predecible, parecían navegar en aguas turbulentas, indecisos entre el miedo y la confianza, el dolor y la esperanza.

Allí empezaron a notar que esas dualidades y contrastes que observaban en su entorno, también las llevan muy adentro, al lado de la luz siempre hallaban sombra y eso los incomodaba bastante, había que evitar a toda costa tocar la sombra, intentar solo seguir la línea de luz, aunque a veces no fuera tan sencillo.

Encontrarse a cada ser en el camino era un enorme desafío, lo primero que se les ocurría a Anam y a Ariel, era ponerse su armadura y actuar con cautela, todos eran muy diferentes e impredecibles y cada uno parecía tener su propia misión y visión de las cosas, así que lo mejor era que cada uno velara por su propio bienestar.

Amara, el Maestro, por su parte, simplemente observaba escéptico, nada tenía sentido para él, pero era prudente y confiaba en que todo se trataba de cumplir la misión específica encomendada a los tres.

Amara percibía todo diferente a Anam y Ariel y eso hizo que lo empezaran a hacer a un lado. A pesar de que todo parecía caos por donde pasaba, se aferraba a la sabiduría de su intuición y a una confianza infinita en el propósito de quien los había enviado.

Por alguna razón, Amara tenía la certeza de que todo lo que se iba sumando al camino de estos viajeros, generaba conexiones invisibles, necesarias para cumplir su misión, aun cuando algunas no resultaran tan agradables ni reconfortantes.

El equipaje que llegó vacío se fue llenado de forma acelerada, apenas si podían llevarlo entre los tres. En este mudo había toda clase de cosas interesantes que poseer. Además, Anam y Ariel se aseguraban de tomar nota de todo aquello que generaba miedo y dolor, así que se armaron de todo un arsenal de máscaras y escudos de protección que los hacía infalibles al ambiente exterior.

Se enfocaron en seguir la ruta en la que solo experimentaban euforia y placer, no estaban seguros si era ese el camino que los llevaría a cumplir su misión, pero qué más da, lo disfrutarían mientras durara, total “la vida es corta”.

Amara, por su parte, notó que su voz ya no era escuchada, que no se percataban de su presencia y un día comprendió que había quedado en las memorias archivadas de Anam.

El recorrido comenzó a ponerse vertiginoso y desafiante para Anam, mientras que Ariel, confundido, apenas si podía comprender como funcionaba ese mundo en el que él hacía de Guía, no sabía en quién confiar, todo parecía un espejismo y ya no encontraba un lugar seguro.

Amara comprendió que si no se hacía notar de alguna forma, la misión estaría completamente perdida y Anam la iba a pasar muy mal, así que se manifestaba tomando formas diferentes justo en frente de Anam tratando de enviar un mensaje, de lanzar un salvavidas. Pero éste estaba completamente absorto en sus dramas internos como para notarlo.

El cansancio y la frustración llevaron a Anam al extremo, Ariel ya no tenía respuestas, el panorama era confuso y perdieron toda conexión entre ellos. Al tocar fondo, Anam tuvo un leve recuerdo del Maestro, tuvo la intuición de que si liberaba un poco su equipaje reviviría nuevamente su conexión con él y volvería a manifestarse de forma vívida a su lado.

Así ocurrió. La voz de Amara, aunque leve, comenzó a escucharse nuevamente. Tendrían que tener la capacidad de ir los tres de la mano por el camino, si querían llegar al fin de la misión.

Amara comprendió que todo lo que ocurría a su alrededor era el escenario cuidadosamente creado para propiciar la realización misma de la misión y que cada experiencia era una pieza de rompecabezas con la que construirían poco a poco el mapa que les serviría como hoja de ruta.

Ariel, por su parte, entendió que sólo podrían encontrar su misión fundiéndose con Amara en un acto de amor, confianza y desapego. Los tres tendrían que recorrer la cuerda floja, atravesar la luz y la sombra procurando mantener siempre el equilibrio, en armonía como uno solo, porque son uno solo.

Anam, de la mano de su Maestro y Guía, un día simplemente recordó, comprendió, conectó nuevamente con su misión, ya no le pesaba el equipaje, ni le generaba confusión la dualidad de sus acompañantes. El rompecabezas fue completado y tuvo la sensación de no haber olvidado nada, era solo cuestión de acomodar algunas piezas y disfrutar de la experiencia.

Anam experimentó la paz interior que produjo la reconciliación entre su existencia material, Ariel, y su existencia espiritual, Amara, y fue simplemente feliz. Atesoró cada instante sin juicios ni expectativas y comprendió que ese era el secreto, el corazón de la misión, “vivir el camino”, no había un trofeo al final, cada instante era un trofeo en sí mismo, una pequeña victoria.

De forma espontánea sintió la necesidad de compartir cada victoria con ese entorno que le sirvió de escenario para crecer, con cada ser que jugó un papel en su historia, cada caos que hizo resurgir su fortaleza, cada huella que siguió y que dejó.

Anam, en su dimensión material y espiritual, es él, es ella, es todos los seres, de todos los orígenes, de todos los géneros, de todas las edades de todas las creencias, de todos los contextos históricos, sociales, culturales. Representa cada ser que emprende el viaje de retorno al alma, al origen, al punto de partida, para comprender que ya era quien debía ser, que a sabía lo que debía saber, que se trataba de un viaje para recordar.

Así que finalmente recordó que esa misión específica que traía escrita en su memoria cuando despertó un día en un lugar desconocido llamado planeta tierra, era simplemente vivir plenamente cada paso y contribuir con cada huella en el camino, para restablecer su conexión con el poder de lo divino, de quien lo envió y a donde siempre regresará.

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